19 oct 2010

Vida de Oharu, Mujer Galante (1952)


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Saikaku ichidai onna, o sea, La Vida de Oharu, Mujer Galante, es una Obra Maestra del cine japonés, una Obra Maestra del cine universal dirigida por Kenji Mizoguchi en 1952.

Destaca la sencillez de la exposición de la historia, en la que a través de un largo flahshback conocemos la trayectoria vital de una mujer excepcional. La pertinencia exacta de los travellings y un dominio absoluto de la composición de plano y la profundidad de campo me hacen, desde ya, considerar a Mizoguchi uno de los grandes genios del cine, de una solvencia extrema. También hay que destacar las interpretaciones, que como ya he dicho, impregnan de sentido, con cierta estilización teatral (que no está de más, sino todo lo contrario), cada movimiento corporal, llegando a crear momentos más cercanos a la escultura de grupo o la danza que a lo usual en cine. La sobria, multifacética y soberbia interpretación de la protagonista, Kinuyo Tanaka, casi convierte la película en un bello monólogo silencioso, casi eclipsa todo a su alrededor, a pesar de la solvencia de los secundarios, muy especialmente la de Toshiro Mifune, en un papel brevísimo pero que marca las más de dos horas de metraje. La música también está muy bien utilizada, en correspondencia con el tempo, cadencioso, pero nunca tedioso, del film.

SPOILERS

Pero si tenemos una Obra Maestra por la forma, también la tenemos por el contenido. Porque Oharu es un canto a la tolerancia, al amor y a la dignidad. Porque Oharu, que es puro amor, pura inocencia, lo pierde todo por amar. Su visión inocente de la vida se enfrenta a una sociedad clasista, basada aparentemente en la religión, la tradición y la ley, pero absolutamente hipócrita, pues no hay otra cosa más que el dinero detrás de todo, y las inamovibles leyes morales dejan de serlo cuando el oro se cruza ante ellas. Oharu siempre valora el amor únicamente, el dinero no es algo que pretenda acumular y lo desprecia en tanto que no sea imprescindible para su supervivencia. Por lo tanto, es una rebelde en su entorno. Pero su doble papel de mujer y librepensante hace de ella una marginada permanente, en lugar de una mesías. Oharu mantiene la dignidad en cualquiera de sus pasos, pero su inocencia hace que sus "venganzas" no vayan más allá de travesuras infantiles (el robo de una peluca, un curioso strip-tease, la imitación de una bruja, huir para cumplir libremente lo que se le ha ordenado como última condena; siempre dejando en evidencia las debilidades de los demás, nunca dañándolos directamente).


El viaje de Oharu es un viacrucis descendente que atraviesa toda la sociedad japonesa del siglo diecisiete: hija de samurai, concubina (trasunto de una moderna "Madre de Alquiler", sorprendente), cortesana, sirvienta, artesana, novicia, fugitiva, mendiga, prostituta callejera y, finalmente, penitente sin haber pecado. La sociedad la maltrata por ser un elemento ajeno a ella, por basar su existencia en amar en lugar de en tener y ambicionar. Y así, también le es arrebatado sucesivamente el amor de su amante, de la sociedad, de sus padres, de su hijo, de su marido y de las instituciones religiosas. Y a excepción de su madre (que hace lo que puede, sometida a la voluntad del esposo), ese amor que está dipuesta a dar, solamente lo recibe de criados, prostitutas y desgraciados.

Estamos así ante un film feminista y hasta cierto punto socialista. De hecho, las últimas palabras del amante ejecutado piden la desaparición de las clases, aunque no poniendo el énfasis sobre lo económico sino sobre
Y lo que más llega es que la vida de Oharu es similar a la de muchas mujeres de nuestros días, incluso en nuestros países "civilizados", oprimidas por la sociedad, la religión y su propia condición femenina, parece como si en 400 años poco hubiese cambiado. Y de hecho sorprende como en un film de hace cinco décadas Mizoguchi expone temas tan actuales (no por ser novedad, sino por la reciente pérdida de su condición de tabú en nuestra cínica sociedad) como la prostitución, el tráfico de mujeres, el maltrato, el acoso psicológico y sexual, el consumismo de una manera muy abierta pero a la vez muy delicada. Así que el film sigue vigente en sus reivindicaciones.

En fin, una maravilla.

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